martes, 7 de junio de 2011

Cerro Colorado



“Adiós Cerro Colorado
Cerro de piedras pintadas.
Algún día he de volver
Por tu camino de cabras.”
(A. Yupanqui)

LAS PINTURAS Y EL SOL DE PIEDRA DE LOS COMECHINGONES
Cuenta la historia que antes de llegada de los conquistadores españoles, corría el rumor entre los indígenas de que algún elegido vendría a traer la paz y la hermandad entre los pueblos. Era la leyenda del águila. Hombres rubios, altos y barbudos que llegarían desde el norte, decían los comechingones, con poderosas armas y sus conocimientos, para favorecer a sus los pueblos. Todos sabemos que llegaron, pero sin dudas que su aparición no tuvo el epílogo esperado.
Escondido entre la tupida vegetación de las serranías de Ambargasta , el joven Colayún observaba atónito la columna de hombres acorazados y de raros animales que avanzaba.
El espeso bosque de mistoles, algarrobos y chañares le daba especial protección y no se dejó ver. Colayún corrió como más pudo a su sacate, pasando por cultivos de papa y zapallo, para informar lo que había visto a su cacique, que se encontraba en su casa semienterrada.
No llamó la atención al aborigen la altura de los invasores, ni su barba ya que ello precisamente distinguía a la brava tribu de los comechingones.



Pero, cómo explicar aquello que avanzaba como centauro? Eran una misma cosa caballo y jinete? El cacique no tuvo miedo. Ellos eran una recia y aguerrida tribu, que hasta a los diaguitas enfrentaron, pero enseguida recordó el cacique la leyenda del águila.
En aleros y cuevas de Córdoba (Argentina) primero los indios sanavirones y luego los comechingones dejaron representadas miles de motivos. Este arte rupestre no tuvo fines decorativos y sí un sentido mágico y religioso. La cosmovisión del comechingón se plasmó en esas improntas, mostrándonos danzas y rituales y su respeto a lo divino.
La distribución de las pinturas abarca el Cerro Colorado como el Intihuasi, el Veladero, y los parajes de La Quebrada y El Desmonte.
El mayor número corresponde a figuras humanas y de animales; luego las de carácter geométrico. Entre los animales hay mamíferos, insectos, reptiles y aves; guanacos, pumas, ciervos, zorros, cóndores (en gran cantidad), búhos, ñandúes y reptiles. Las llamas están, a veces, colocadas en filas y atadas al cuello con una cuerda, lo que indica su domesticación.
Son característicos los guerreros con arco y flecha cerrando escenas que sin duda reflejan hechos reales. Estos guerreros son identificables fácilmente por su tocado, que cae desde la cabeza hasta casi los pies y por el arco y flechas que llevan en la mano. O los hechiceros, que aparecen con largos vestidos y al parecer enmascarados, a veces entre guerreros y otras junto a éstos y animales.
Estas pinturas fueron realizadas en blanco, negro, rojo y un tono gris. El blanco era obtenido de una caliza en forma de carbonato de calcio, utilizando también excrementos de aves y hueso pulverizado, el negro es bióxido de manganeso y en algunos casos carbón vegetal, el rojo era obtenido del óxido de hierro, y el gris de la mezcla de carbonato de calcio y carbón vegetal.
Nada de ello dibujó esta vez el joven Colayún mientras se esmeraba en explicar cómo eran los ras personajes venidos del norte, montados en desconocidos animales con sus armas. Intentó hacerlo de la manera más realista, y la impactante figura del español a caballo con su armadura, lanza se trazó como en una sola pieza. Claro que logró su cometido porque ninguna otra tribu americana logró plasmar así el encuentro traumático entre las dos culturas.
Fue lo último que pintó Colayún. La conquista se precipitó sobre sus tierras, primero diezmando indígenas, luego usurpando sus tierras. Atrás quedaron cientos de años de esmerado arte cuyo último trazo dibujó nuestro amigo.
Jorge Cena es nuestro guía en el Cerro. Nos contó que es nacido en la comarca y que de chico se fue a Córdoba, pero necesitaba volver porque éste es un lugar en el mundo. Él nos contó emocionado la historia del sol de piedra del cerro Inti Huasi.
Décadas después de que Leopoldo Lugones redescubriera las pinturas, llegó un escocés llamado Martín Gardner de la Universidad de Oxford, quien, entre 1923 y 1926 estuvo trabajando en territorio comechingon y publicó un completo estudio llamado: Rock Paintings in North-West Córdoba (1932). En lo alto del cerro Inti Huasi habia una roca horadada donde se encontraba un sol de piedra. Gardner, utilizando un trépano neumático, no tuvo empacho en rapiñar la magnífica obra. La pieza, de unos 300kgs., que se encontraba en los alto del cerro Inti Huasi, donde los sabios se reunian dentro del Templo del Sol, representaba al "Dios Sol, padre de toda forma de vida en la religión solar de los comechingones, y fue llevada en 1926 para una exposición el Museo Británico, y nunca más retornó. Dicen que hasta el día de la fecha se encuentra allí. O que durante la Guerra de Malvinas, se cree el Sol Rojo de los Comechingones se envió al Vaticano como precaución. Dicen, dicen. Lo cierto es que las autoridades nunca hicieron un reclamo para su devolución.
Mientras tanto, los nativos siguen resistiendo, como en 1573, el abandono de una zona postergada. La creación en 1992 del Parque Arqueológico y Natural les dió una esperanza, avivada ahora con el redescubrimiento del Camino Real que iba al Alto Perú, que pasaba a pocas leguas de aquí.
Pero Jorge ya no cree en leyendas. Ni siquiera quiere subir al Inti Huasi a llorar su Sol de Piedra.

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